martes, 31 de diciembre de 2013

Una crítica a Naomi Klein en "La doctrina del shock"

A iniciativa de un contacto de las redes sociales, descubrí esta muy bien documentada investigación de Naomi Klein llamada "La doctrina del shock: El auge del capitalismo del derrumbe". Para poder seguir la numeración de la páginas citadas, he seguido esta versión en pdf: 

En este libro, la autora se propone desenmascar el método utilizado por el neoliberalismo (al que ella llama corporativismo) para aplicar los métodos de tortura personal de electro shock a escala social. En ella,  retrata como autor intelectual a Milton Friedman, uno de los acérrimos defensores a ultranza de la libertad absoluta de mercado y miembro de la famosa escuela de Chicago (los chicago boys) que a nivel local integraron nenes de la talla de Ricardo López Murphy, Roque Fernández o Fernando de Santibañes.

La idea es aprovechar el estado de shock causado por una crisis , una catástrofe natural, una guerra, etc. para aplicar una batería de medidas que no le den tiempo a reaccionar a la sociedad como para resistirse. Este método fue empleado por Augusto Pinochet en 1973 en Chile, la junta militar de la dictadura del '76 en Argentina, Margaret Tatcher en 1982 en Inglaterra, la camarilla procapitalista del PC Chino en 1989, George W. Bush el 11/S en EEUU y en las guerras de Afghanistán e Irak. La autora nos muestra en detalle cómo la CIA lo desarrolla primero en los años cincuenta y sesenta como método de tortura mediante el premio nobel Ewen Cameron en una universidad de Canadá. Posteriormente, describe los pasos de Milton Friedman para erigirse en el gurú de una teoría "prístina" del libre mercado y de la creación de la "doctrina del shock", como la denomina la autora.
 
Su gran aporte es documentar extensamente (incluso aportando archivos recientemente desclasificados de las agencias de EEUU) la participación de esta doctrina en las dictaduras genocidas de latinoamérica e incluso la de empresas multinacionales como Ford, General Motors, Mercedes Benz o Fiat para la detención y posterior tortura de sindicalistas y trabajadores que defendían sus derechos. Con ello demuestra que en realidad las dictaduras no fueron más que un macabro plan llevado adelante por los "chicago boys" y las empresas multinacionales con intereses en esos países para instaurar un modelo de libre mercado a su medida, mediante la doctrina del shock de Milton Friedman, dando lugar a lo que hoy conocemos como "neoliberalismo".

Sin embargo, a poco de avanzar en su lectura, encuentro su talón de Aquiles: la autora defiende abiertamente el modelo económico keynesiano, que en EEUU aplicó la política del New Deal, y que lo asocia a las experiencias socialdemócratas de Europa y a lo que ella identifica como "desarrollismo" en el "Cono Sur". 
Existe una tendencia táctica de estos defensores del "capitalismo humanizado" de ubicarse en el centro, como si se tratara de una postura "equilibrada" entre la izquierda y la derecha. La búsqueda del equilibrio es un principio planteado por varias civilizaciones milenarias, por ejemplo el taoísmo chino o el budismo, y como éstas están en boga, es una excelente forma de buscar imponerse en nuestras mentes como la "postura ideal". Toda una estrategia de marketing publicitario básico, utilizando principios basados en la psicología para convencernos. De hecho, la mejor prueba de esto es observar que las partes que destaco son las menos documentadas, ya que aparentemente no son el objetivo principal del libro, pero tampoco están ahí por azar, como oportunamente acabo de señalar.
Por ejemplo, cuando introduce el concepto de ideologías peligrosas, realizando aclaraciones que nos permiten exceptuar de esta lista a toda expresión que pueda coexistir con otras, que no plantee destruir todo para ser instalada (cito su página 27): 
Cualquier intento de responsabilizar a determinadas ideologías por los crímenes cometidos por sus seguidores debe plantearse con absoluta prudencia. Es demasiado fácil afirmar que la gente con la que no estamos de acuerdo no sólo se equivoca, sino que también son tiranos, fascistas y genocidas. Pero también es cierto que algunas ideologías constituyen un peligro para la sociedad, y que  deben ser identificadas como tales. Me refiero a las doctrinas fundamentalistas y reconcentradas, incapaces de coexistir con otros sistemas de creencias. Sus seguidores deploran la diversidad y exigen mano libre para poner en marcha su sistema perfecto. El mundo tal y como es debe ser destruido, para que su pura visión pueda crecer y desarrollarse debidamente. Arraigada en las fantasías bíblicas de grandes inundaciones y fuegos místicos,esta lógica lleva ineludiblemente a la violencia. 
Las ideologías peligrosas son las que ansían esa tabla rasa imposible, que sólo puede alcanzarse  mediante algún tipo de cataclismo.
¿Cómo oponerse a semejante definición sin caer en el extremismo? Precisamente, lo más grave es cómo va a tratar el tema del socialismo: cita a un libro denominado "El libro negro del comunismo" el cual denuncia las atrocidades cometidas en nombre del comunismo. De esta forma, opta directamente por negar al socialismo, reduciéndolo sólo a expresiones concretas del comunismo en la URSS o China, como si todos los socialistas estuviesen de acuerdo con esas doctrinas y fuesen los no socialistas las únicas víctimas de sus atrocidades:
«¿Podemos decir que la ideología no tiene la culpa?»Por supuesto que no. Pero tampoco se puede deducir que todas las formas de comunismo sean intrínsecamente genocidas, corno se ha dicho con total desparpajo. Ciertamente fueron interpretaciones doctrinales y dictatoriales de la teoría comunista que despreciaban la pluralidad las que llevaron a las ejecuciones masivas de Stalin y a los campos de reeducación de Mao. La dictadura comunista está, como debe ser, por siempre empañada por esos experimentos en sociedades reales.
 Como podemos ver, no alude en ningún momento a cuáles son esas otras formas de comunismo, peor aún, habla siempre de la teoría comunista sin mencionar siquiera de cuál se trataba, si existían otras cuáles eran, etc. Es decir, la negación total de la existencia de cualquier alternativa socialista a las dictaduras de Stalin o Mao. Esta negación, en realidad, es necesaria ya que intenta darle sustento a su teoría de "capitalismo humanizado" como la única alternativa viable al neoliberalismo imperante. Lo hace más abiertamente en la página siguiente:
No estoy afirmando que todas las formas de la economía de mercado son violentas de por sí. Es perfectamente posible poseer una economía de mercado que no exija tamaña brutalidad ni pida un nivel tan prístino de ideología pura. Un mercado libre, con una oferta de productos determinada, puede coexistir con un sistema de sanidad pública, escolarización para todos y una gran porción de la economía —como por ejemplo una compañía petrolífera nacionalizada— en manos del Estado. También es posible pedirles a las empresas que paguen sueldos decentes, que respeten el derecho de los trabajadores a formar sindicatos, y solicitar a los gobiernos que actúen como agentes de redistribución de la riqueza mediante los impuestos y las subvenciones, con el fin de reducir al máximo las agudas desigualdades que caracterizan al Estado corporativista. 
Los mercados no tienen por qué ser fundamentalistas.
Aquí está condensado el manifiesto keynesiano. Los invito a remitirse al libro para descubrir la llamativa ausencia de citas que respalden sus dichos, algo que sí realiza sistemáticamente a lo largo de todo su libro. Como podrán comprobar, la última cita es la del libro de Stéphane Courtois sobre el comunismo. En este extracto, se resumen las mentiras más cabales del capitalismo, rematándolas con la frase final sobre los mercados. En nuestra Argentina "desarrollista" vemos cómo indefectiblemente el capital local se alía al extranjero para no ser devorado por éste e imponernos un ajuste al resto de la población que les permita seguir incrementando sus ganancias. La autora olvida mencionar que el capitalismo, cualquiera sea su versión, tiene como objetivo principal obtener el máximo beneficio con el menor costo, sin importar las consecuencias.

El tema será retomado nuevamente cuando intenta explicar el contexto que origina la doctrina del shock, el cual era precisamente la época del New Deal, en la página 89: 
 Desde la década de 1930 hasta principios de la de 1950 transcurrió un período de mucho «faire»: el ethos de manos a la obra del New Deal dio paso al esfuerzo bélico, se lanzaron programas públicos que ofrecieron los puestos de trabajo que tanta falta hacían y se diseñaron nuevos programas sociales para evitar que un número cada vez mayor de personas se pasara a la extrema izquierda. Fue una época en la que los pactos entre la izquierda y la derecha no se consideraban algo sucio, sino parte de lo que muchos veían como la noble misión de evitar un mundo —como Keynes le escribió al presidente Franklin D. Roosevelt en 1933— en el que «ortodoxia y revolución» se vieran obligadas «a enfrentarse entre ellas».
Este breve fragmento realmente no tiene desperdicio. En el vemos expresiones cuasi poéticas, ¡que ella misma condena en los economistas de la escuela de Chicago! para referirse al período donde el gobierno rescató a las grandes empresas norteamericanas y luego aprovechó la inminente guerra para desarrollar la industria bélica, una de las claves para la recuperación económica. Así que de un tirón nos intenta hacer tragar lo bueno que fué la creación de la moderna industria bélica en pleno "Estado de Bienestar", la cual ahora se ve beneficiada por sus más acérrimos enemigos de la escuela de Chicago mediante las guerras en Afghanistán e Irak. Según la autora, la diferencia entre una "buena" industria de la guerra y una "mala" es su desarrollo o no por parte del Estado. Menuda pacifista nos resulta esta señora.

Pero esto no es nada comparado con lo que sigue. Lo resalté en negrita porque es de lo más destacable del libro fuera de su tema central. En este breve párrafo nos aclara quiénes fueron los creadores de los programas sociales (esos que tanto se cuestionan en la Argentina) y para qué fueron creados. Claramente, la intención no es siquiera ayudar a familias desprotegidas sino que, desde su propia creación, los planes sociales tienen el objetivo primordial de evitar "el pasaje a la extrema izquierda". ¿A qué hace referencia con extrema izquierda?

Al seguir leyendo encontramos una señal muy clara: "los pactos entre izquierda y derecha no se consideraban algo sucio" sino "como la noble misión" de evitar el enfrentamiento entre "ortodoxia y revolución". Esto no es más, señoras y señores, que la justificación de la entrega, por parte de los burócratas sindicalistas, de nuestros intereses a manos de los capitalistas. Por si hiciera falta, ya quedó demostrada en innumerables ocasiones la total falta de colaboración de cualquier capitalista para con los trabajadores, tal como ocurrió cuando se planteó el reparto de las ganancias a los trabajadores.

Esto en realidad oculta, bajo ese título de extrema izquierda, a la consciencia de clase, es decir, la posibilidad de identificarse como clase trabajadora y luchar por la toma del poder por parte de los mismos trabajadores. Así, la autora defiende estos modelos capitalistas planteados "desde arriba", o sea impuestos de la misma manera que el neoliberalismo, mediante un séquito de burócratas. ¿Les suena a algo parecido a lo que viene sucediendo en el país desde 2003?


En cuanto a lo concerniente a Sudamérica (la autora la menciona como el "Cono Sur", utilizando precisamente el término que utilizan los keynesianos)  Lo primero que es muy discutible es su concepto de desarrollismo, ya que engloba experiencias muy dispares tan sólo en la Argentina. Naomi mete en la misma bolsa a todo el gobierno de Perón (cuando hay excelentes estudios que muestran distintas tendencias político-económicas en el seno del mismo peronismo del 46 al 55), al de Illia y el de Frondizi (éste último de hecho es el único que se reconoce como desarrollista). Este sólo aspecto da para escribir varios libros, solamente quiero reflejar el "error conceptual", intencional o no, de señalar a esas distintas experiencias como si se tratasen de una sola. Lo único cierto es que ninguna modificó las bases del capitalismo. Cito la página 90:
En el mundo en vías de desarrollo se imponía una tendencia similar, más radical, que se conoció con el nombre de desarrollismo o de nacionalismo del Tercer Mundo. Los economistas desarrollistas afirmaban que sus países escaparían por fin de la pobreza si llevaban a cabo una estrategia de  industrialización orientada al interior en lugar de recurrir a la exportación de recursos naturales, cuyos precios cada vez eran más bajos, a Europa o América del Norte. Defendían reglamentar o incluso nacionalizar la explotación del petróleo, minerales y otras industrias claves, de modo que buena parte de los beneficios obtenidos sirvieran para financiar un proceso de desarrollo financiado por el gobierno.
De hecho, sigue alabando al viejo New Deal, ignorando por completo los desmanes causados por su principal componente económico: la industria bélica, tal como lo hace en la página 92:
Para los dirigentes de las multinacionales estadounidenses, que tenían que lidiar con un mundo en desarrollo cada vez más hostil y unos sindicatos cada vez más poderosos en casa, los años de crecimiento de la posguerra fueron una época inquietante. La economía crecía a buen ritmo, se
creó mucha riqueza, pero propietarios y accionistas se veían obligados a redistribuir gran parte de esa riqueza a través de los impuestos que gravaban a las empresas y de los salarios de los trabajadores. Era un arreglo con el que a todo el mundo le iba bien, pero un retorno a las reglas anteriores al New Deal podía hacer que a unos pocos les fuera mucho mejor.
De allí su total aberración para con Milton Friedman, cuya acción más despiadada no fue precisamente el desarrollo de políticas neoliberales en EEUU, que recién pudieron aplicarse a destajo a partir de 2001, sino ser el responsable ideológico e impulsor de las dictaduras genocidas latinoamericanas para imponer con sangre sus teorías neoliberales. Aquí transcribo su opinión sobre las teorías de Milton Friedman en lapágina 94: 
En resumen, abogaba de forma bastante descarada por el abandono del New Deal, aquella incómoda tregua entre el Estado, las empresas y los trabajadores que había impedido que se produjera una revolución popular tras la Gran Depresión. La contrarrevolución de la Escuela de Chicago pretendía que los trabajadores devolvieran las medidas de protección que habían ganado y que el Estado abandonara los servicios que ofrecía a sus ciudadanos para suavizar los cantos más afilados del mercado.
Nótese cómo insiste en el hecho que el New Deal evitó que se produjera una revolución popular y cómo la Escuela de Chicago representa la contrarrevolución, destacando nuevamente el carácter "centrista" del New Deal.

Por último, me llamó poderosamene la atención la ausencia en sus referencias del personaje más macabro con que contaron los "chicago boys" en la Argentina: Domingo Felipe Cavallo. Si bien Cavallo estudió en Harvard, fue un férreo defensor de la doctrina de los "chicago boys" e incluso los incluyó en el gobierno de Menem cuando fué su ministro de Economía, y ya ocupaba cargos importantes en el Banco Central en la época de la dictadura. Aquí reproduzco su cita de página 163:  
Mario I. Blejer fue el secretario de Finanzas de Argentina durante la dictadura. Recibió un doctorado en la Universidad de Chicago el año antes del golpe. Adolfo Diz, doctor por la Universidad de Chicago, fue presidente del Banco Central durante la dictadura. Fernando De Santibáñes, doctor por la Universidad de Chicago, trabajó en el Banco Central durante la dictadura. Ricardo López Murphy, máster por la Uniersidad de Chicago, fue director
nacional de la Oficina de Investigaciones Económicas y Análisis Fiscal en el Departamento del Tesoro del Ministerio de Finanzas (1974-1983 ). Muchos otros graduados de la Universidad de Chicago ocuparon posiciones económicas de
menor importancia en la dictadura como consultores y asesores.
Cabe destacar también su referencia respecto a las Madres de Plaza de Mayo, las cuales a raíz del apoyo incondicional por parte de Hebe de Bonafini al kirchnerismo, presentan grandes diferencias desde hace años. Aquí las muestra equívocamente como críticas frente al sistema, negando esas diferencias, en páginas 205 y206: 
Al terminar la dictadura, las Madres se convirtieron en uno de los grupos más críticos con el nuevo orden económico en Argentina y hoy en día lo siguen siendo.
Esto demuestra claramente el desconocimiento de la realidad argentina por parte de la autora. 
Por último, y para cerrar esta crítica,  transcribo la cita en página 214 sobre la violación y tortura en Argelia del libro "Djamila Boupacha"
Simone de Beauvoir, escribiendo sobre el mismo tema, se mostró de acuerdo: «Protestar en nombre de la moral contra "excesos" o "abusos" es un error que sugiere complicidad activa. No hay "abusos" o "excesos" aquí, simplemente un sistema que lo abarca todo».
 y la cita que realiza Marguerit de Feitlowitz en su libro "A Lexicon of Terror: Argentina and the Legacies of Torture" sobre Sergio Tomasella, secretario general de las Ligas Agrarias de la Argentina, secuestrado y torturado durante 5 años por la última dictadura militar:
«Los monopolios extranjeros nos imponen cosechas, nos imponen productos químicos que contaminan la tierra, nos imponen su tecnología y su ideología. Todo eso a través de la oligarquía que es dueña de la tierra y controla a los políticos. Pero debemos recordar que esa oligarquía está también controlada por esos mismos monopolios, por esos mismos Ford Motor, Monsanto o Philip Morris. Es la estructura lo que debemos cambiar. Eso es lo que he venido a denunciar. Eso es todo.»

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